Buenos
días, literatos.
Hoy
os quería traer algo que me ha impresionado. Seré muy breve para
poder enseñároslo y tras explicaros porque lo traigo aquí os
dejaré que lo veáis.
Como
lector, como intento de escritor y como hombre curioso, me doy cuenta
de algo que me parece casi trágico. Estamos perdiendo la capacidad
de contar historias. Sí, hay cine, literatura, sí, no me refiero a
eso. Pero ¿cuando fue la última vez que en vuestra casa, en una
reunión familiar, junto a vuestros amigos o conocidos alguien contó
una historia? Y no me refiero a una anécdota. Me refiero a una
historia, ¿cuando fue la última vez que alguien os contó algo que
había pasado o no, una leyenda quizás, y os tuvo en vilo hasta el
final de la narración? ¿Qué os dejó el regusto suave y agradable
de haber escuchado una buena historia? ¿Cuando fue la última vez
que os contaron así una historia, que os la contaron bien?
Los
padres de algunos todavía saben contar historias. A los abuelos se
les daba en general genial, y hace un par de generaciones era algo
natural y extendido el contar buenas historias. Pero hoy día, lo
estamos perdiendo. Y la gravedad no viene de que seamos incapaces de
contar nuestras venturas, vivencias y logros más esperpénticos o
meritorios con cierta capacidad, lo peor es que nos estamos olvidando
de las leyendas que nos rodeaban, que nos enseñaban y nos recordaban
cosas fundamentales, y con ello perdemos nuestra identidad y nuestra
cultura.
Nos
reunimos en cenas y reuniones de carácter familiar o fraternal y ya
no existe la sobremesa en la mayoría de las veces, ya no nos ponemos
a contar historias, chistes y anécdotas. Nos pegamos a nuestros
fríos smartphones y dejamos morir nuestra traición y nuestra
cultura. Estamos perdiendo la magia de la que nació el lenguaje, la
comunicación y la literatura. Cuando los primeros hombres asociaban
y expresaban las primeras ideas con un nexo común, formando una
trama y enviando así un mensaje con un planteamiento, nudo y
desenlace.
Aprendimos
a contar historias, tras dominar la magia del lenguaje y la
comunicación y empezamos a contar historias. Hoy día nos hemos
vuelto fríos, no nos entendemos con nuestra familia, con nuestros
vecinos ni con nuestro mundo. Y eso nos lleva a conflictos que no
solucionamos y que tienen catastróficos finales, nos hemos vuelto
seres mecánicos, incapaces muchas veces de expresar sencillas
emociones y conceptos.
Y soy
de los locos que piensan que es porque nos hemos olvidado de como
comunicar ciertas cosas y que ello tal vez tenga algo que ver con
estar perdiendo nuestra capacidad para contar historias.
Hoy
he visto un corto animado de terror. Y me ha gustado porque me ha
impresionado la sencillez con la que trasmite no sólo una gran
historia sino un montón de ideas y conceptos, la armonía y melodía
que tiene. Pero sobre todo la sencillez. Porque un buen contador de
historias, tiene que trasmitir mucho, con facilidad, ser capaz de
simplificar, sin abrumar, sin aburrir. Aquí os lo dejo, y dejo que
vosotros opinéis.
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